La playa de Sabinilla está cercada de pequeñas casitas de pescadores y el olor a mar se cuela por todos los rincones. La tranquilidad es más tranquila de lo normal, ya que se unen mar y pueblo. Una combinación interesante y que ha hecho que nos encontremos muy bien en este hermoso lugar.
Paco y Mercedes miran con interés los planos de su futuro piso, llenos de ilusiones y proyectos. Javi y yo nos unimos, la verdad que estaría genial. Hasta que entramos en la guerra de las fotografías y pasa lo que pasa
Comimos en Estepona, después nos fuimos a Sabinilla y por último Benalmadena. A lo lejos se divisaba este templo budista que nos impresionó. Y aunque nuestra misión imposible era encontrar la urbanización Vista Mar nos dejamos llevar por su magnanima presencia.
